sábado, 3 de agosto de 2013

La verdad de la mentira.

¿Cómo sabes que una persona que te está diciendo algo bueno sobre ti, sobre tu forma de ser, de relacionarte con los demás, de vivir… en realidad no está pensando lo contrario?

¿Cómo sabes que la botella de agua que acabas de comprar en el supermercado es de donde pone en la etiqueta y no del grifo que supones que puede haber detrás de la puerta que dice algo así como “No pasar. Acceso reservado a empleados”?

¿Cómo sabes que el puente que estás cruzando se va a mantener cuando tú pases?

¿Cómo sabes si una persona ha dejado de quererte o no?

¿Cómo sabes que no estás viviendo el último día de tu vida y todos los planes que tienes para mañana no sucederán?

Vivimos de la fe. Fe en pequeñas cosas cotidianas y fe en los demás. Fe en todo aquello que no puedes controlar.

Supones que todo te va a ir bien porque lo conviertes en tu verdad. Y la verdad aunque en ocasiones sea dolorosa siempre nos hace un poco más felices. Porque detrás de la verdad no hay nada, es así, puedes controlarla, en cambio, eso no pasa con la mentira.

Tenemos fe en la verdad y en el poder que nos trae. Nos sentimos superiores con la verdad por delante y solo con ella, es la única forma que tenemos, o eso creo, de dar estabilidad a nuestras vidas.

La verdad de que la hora que marca en el reloj es la correcta.

La verdad de que eres dueño de tus actos.

La verdad de que el viernes has quedado con tus amigos.

La verdad de que has metido la ropa en la lavadora y la cerveza en la nevera.

La verdad de que para afrontar el día necesitas un café bien cargado.

La verdad de que tu programa favorito saldrá a la hora de siempre.

Hacemos de nuestra rutina la verdad. La verdad la podemos reducir a hechos pero nunca a pensamientos. Sabemos que el pensamiento cambia por ello edificamos nuestra vida en rutinas y no en pensamientos ni en personas.

Hasta que nos equivocamos.

Hasta que decidimos poner un pilar, un pilar que no sabes si sostendrá el peso que se le exige pero que te haces creer que sí porque para ti es verdad. Y durante un tiempo vivirás con esa felicidad pero quizás un día encuentras que ese pilar se está fragmentando. Irás a la tienda a por argamasa para reconstruirlo. Sin embargo, llegará el triste momento que no querías esperar que sucediera y en el cual aceptas que creíste en una verdad falsa.


Y descubres la verdad de la mentira.

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