sábado, 22 de junio de 2013

Un puñado de palabras.

No tengo nada revelador que decir y usted no espera encontrar en estas palabras un motivo para cambiar su forma de entender el mundo. Aun así escribo esto con la esperanza de que sea leído hasta el final y que de todo lo expresado a través de largas oraciones y de fastuosos párrafos le transmitan algo, por efímero que parezca, el cual permanecerá en su memoria lo imprescindible para pensarlo y crear su propio juicio dándole el valor que juzgue oportuno, después, desaparecerá ese pensamiento para siempre.
Tras la enunciación que acabo de realizar, el asunto de este artículo no puede ser otro que la voluntad de pensar. Sin duda, no es ningún tema innovador ni desconocido para cualquier lector con un mínimo de cultura pero por esa razón, no intento añadir nueva información solo debatir lo que ya se conoce. Ante todo quiero lanzar al aíre la siguiente cuestión: “¿tiene libertad de pensamiento?”. Con esta pregunta lo que busco poner de manifiesto no es que piense lo que quiera en el momento que desee sino si es capaz de comunicar públicamente todos sus pensamientos sin autocensurarse a sí mismo. Pensar significa no someter la razón a ninguna ley, dogma o principio que la sociedad inculca a sus miembros por ello cuando escucho hablar a determinadas personas no puedo más que entristecerme debido a que el eco de sus palabras que llegan a resonar en mi mente son demasiado familiares, quizás tanto que podría adelantar el final de su discurso pero lo peor de todo es que nadie se salva, ni siquiera yo por mucho que lo intente. Es difícil aceptar que no somos libres en este sentido pues prima sobre nosotros otros conceptos que consideramos más importantes. Nos han enseñado cuán fundamental es ser libre y no permanecer esclavos de nada pero en realidad si lo consideramos de verdad, ¿podemos decir que no somos esclavos del temor a la intolerancia, a no ser aceptados por los demás, a dañar a otros simplemente con un puñado de palabras?

Las palabras cuando salen de tu pensamiento y son utilizadas contra alguien pueden doler y también pueden suponer el principio de un ataque dialéctico donde se transforman en golpes inesperados que consiguen que caigas al suelo y los cuales te dejan tumbado lo suficiente para que el árbitro del combate decida que el tiempo de espera ha acabado y tu oponente pueda congratularse de su victoria pues su objetivo ha sido logrado, ahora no eres más que otro de los muchos que permanecen indefensos y débiles en el suelo y es que lamentablemente el triunfo siempre está del lado de los más crueles.

jueves, 6 de junio de 2013

Porque no es eterno

Vemos pasar el tiempo aterrados porque se nos acaba, porque no es eterno” escribió una vez un hombre mientras las manecillas de su reloj de pulsera continuaban moviéndose, sin inmutarse ante la presencia del escritor que les insinuaba cuán tétrico suponía el paso incansable del tiempo en la vida de las personas. Sabemos lo que el tiempo nos regala y esa es la razón por la que tanto lo tememos.
He aquí el gran enigma, ¿qué traerá el tiempo? El gran final, es decir, llegará el momento en el cual deje de seguir contabilizándonos las horas, se pare y nos salude como quien reconoce con una mirada a un viejo amigo que aprecia desde siempre por formar parte de sí mismo, sin saberlo, con el cual comparte confidencias, sus más íntimos secretos pero sin tener el privilegio de contemplar  día tras día. Un compañero de fatigas que nunca te abandona, siempre fiel, presente, no obstante invisible ante todos y especialmente ante ti. ¿Cuántos habrán intentando abrazar al tiempo encontrándose con el más gélido vacío?
Sin embargo, para terminar hay que comenzar antes y también eso es regalado por el tiempo, el que todo lo observa impasible, pues nos da segundo tras segundo la oportunidad de crear momentos para que cuando tengamos estos momentos convertidos en recuerdos, supliquemos conservar unos y destruir otros pero el tiempo no es clemente, nunca cede porque no existe para olvidar. A pesar de ello, una vez oí que decían “se me olvidará, como todo” y no pude más que asustarme tras escuchar la rotundidad de tal afirmación, debido a que disfrutamos pensando que dirigimos el tiempo cuando en realidad es él quien nos controla y gobierna desde la sombra. Suponemos que tenemos capacidad para olvidar, mas tristemente, es esto otro juego del tiempo que, al azar, prueba a destruir, quizás recuerdos importantes o quizás no.

Muchos antes que yo se sirvieron de palabras para encerrar lo eterno sin entender que nunca el hombre ha sido capaz de aprisionar al inmortal en una jaula de versos pues funestamente estamos sometidos por el implacable tiempo, él nos mantiene sujetos a una cuerda y en cualquier momento ésta se transforma en soga, ahogándonos ferozmente hasta que por fin nos rindamos y exhalemos nuestro último suspiro.­­