viernes, 8 de noviembre de 2013

Para mí escribir es un viaje, una odisea, un descubrimiento, porque nunca estoy seguro de lo que voy a encontrar.


Gabriel Fielding.

lunes, 7 de octubre de 2013

Creados para consumir.

La gente debe ser entrenada para desear, para querer nuevas cosas incluso antes de que las viejas hayan sido enteramente consumidas. Los deseos del hombre deben eclipsar sus necesidades.” escribió y propagó Paul Mazer, un importante banquero de Wall Street. El consumismo ha llegado a convertirse en un dogma de cualquiera sociedad democrática moderna en Occidente. Junto al paradigma de que formamos parte de la civilización “más evolucionada” también encuentra hueco esta gran idea de que tenemos que comprar productos que nos hagan la vida más fácil y feliz. ¿Pero por qué? Para conseguir, así, una serie de valores que van asociados con poder e independencia principalmente. Objetos que en un principio pueden ser vistos como irrelevantes se convierten en poderosos símbolos emocionales porque nos han enseñado que sean interpretados de ese modo. ¡Nos han creado una mentalidad colectiva de la que no podemos escapar!

Actualmente el ciudadano ya no es importante en su país como ciudadano, sino como consumidor. ¿Para qué preocuparse de un grupo tan irracional que es fácilmente manejable por una mano invisible controladora de los deseos? Porque nos han enseñado que no se puede ser socialmente aceptado sin tener una serie de requisitos y estos se consiguen comprando. ¿Cuán poderosa será la sociedad del consumismo dentro de unos años si ya desde hace unos cuantas (muchas) décadas no somos capaces de realizar una acción diferente de gastar? Soñamos tener un gran trabajo y el canon perfecto de este es ganar mucho dinero. ¿Y para qué queremos tanto dinero? Para comprar lo más superfluo del mercado y poder mostrárselo a todo el mundo y así cuando estos lo vean puedan exclamar: “Porque él lo vale”.

¿Realizar un análisis de la sociedad no os lleva a replantearos si de verdad vivimos en un mundo libre donde cada uno toma sus propias decisiones o si en cambio, estamos sometidos a un Gran Hermano al que adoramos por hacer nuestra vida más feliz?


domingo, 8 de septiembre de 2013

Nunca olvides.

Grandes escritores, y algunos más pequeños, han tenido como musa en algún momento de su vida a la añoranza debido a que este fantasma perturbador aparece siempre que recuerdas el pasado pues añorar no es más que vivir un sentimiento en una escena, volver a hacerlo real con todas sus emociones. Nadie cuya presencia en el mundo haya existido, exista o existirá podrá despegarse de este “germen” que crece con la persona. Cuantas más vivencias, más se va interiorizando el sentimiento en sus muchas versiones.
Añorar no es solo recordar la ausencia de algo porque también se puede añorar lo que nunca se ha tenido, lo que te hubiera gustado tener y no tuviste. Todo es un mismo conjunto, los sueños y los deseos se pueden hacer tan fuertes que hasta duela no convertirlos en pasado.
Añorar es siempre pasado porque transmite tranquilidad y seguridad y esta es la consecuencia de adulterar recuerdos, momentos que sucedieron de determinada manera y los cuales tu mente ha transformado lentamente en el momento en el que tú quisiste tener. Los mejores recuerdos nunca ocurrieron pero eso no importa porque mientras tú seas feliz con ese pensamiento de haber vivido un algo perfecto deseado, la verdad dejará de ser valiosa y llegar a ella solo traerá molestias y un gran pesar al esfumar tu preciado recuerdo.
Añoras el principio cuando el final no es el esperado. Como en una mala película donde el principio es lo mejor de la cinta y en el cual los personajes no evolucionan, se mantienen inalterables psicológicamente.

Añorar no es malo pero cambiar tampoco. Todo cambio supone un nuevo comienzo, un comienzo que puede superar lo vivido.

sábado, 3 de agosto de 2013

La verdad de la mentira.

¿Cómo sabes que una persona que te está diciendo algo bueno sobre ti, sobre tu forma de ser, de relacionarte con los demás, de vivir… en realidad no está pensando lo contrario?

¿Cómo sabes que la botella de agua que acabas de comprar en el supermercado es de donde pone en la etiqueta y no del grifo que supones que puede haber detrás de la puerta que dice algo así como “No pasar. Acceso reservado a empleados”?

¿Cómo sabes que el puente que estás cruzando se va a mantener cuando tú pases?

¿Cómo sabes si una persona ha dejado de quererte o no?

¿Cómo sabes que no estás viviendo el último día de tu vida y todos los planes que tienes para mañana no sucederán?

Vivimos de la fe. Fe en pequeñas cosas cotidianas y fe en los demás. Fe en todo aquello que no puedes controlar.

Supones que todo te va a ir bien porque lo conviertes en tu verdad. Y la verdad aunque en ocasiones sea dolorosa siempre nos hace un poco más felices. Porque detrás de la verdad no hay nada, es así, puedes controlarla, en cambio, eso no pasa con la mentira.

Tenemos fe en la verdad y en el poder que nos trae. Nos sentimos superiores con la verdad por delante y solo con ella, es la única forma que tenemos, o eso creo, de dar estabilidad a nuestras vidas.

La verdad de que la hora que marca en el reloj es la correcta.

La verdad de que eres dueño de tus actos.

La verdad de que el viernes has quedado con tus amigos.

La verdad de que has metido la ropa en la lavadora y la cerveza en la nevera.

La verdad de que para afrontar el día necesitas un café bien cargado.

La verdad de que tu programa favorito saldrá a la hora de siempre.

Hacemos de nuestra rutina la verdad. La verdad la podemos reducir a hechos pero nunca a pensamientos. Sabemos que el pensamiento cambia por ello edificamos nuestra vida en rutinas y no en pensamientos ni en personas.

Hasta que nos equivocamos.

Hasta que decidimos poner un pilar, un pilar que no sabes si sostendrá el peso que se le exige pero que te haces creer que sí porque para ti es verdad. Y durante un tiempo vivirás con esa felicidad pero quizás un día encuentras que ese pilar se está fragmentando. Irás a la tienda a por argamasa para reconstruirlo. Sin embargo, llegará el triste momento que no querías esperar que sucediera y en el cual aceptas que creíste en una verdad falsa.


Y descubres la verdad de la mentira.

jueves, 4 de julio de 2013

Para el futuro o para el pasado...

"Para el futuro o para el pasado, para la época en que se pueda pensar libremente, en que los hombres sean distintos unos de otros y no vivan solitarios... Para cuando la verdad exista y lo que se haya hecho no pueda ser deshecho:
Desde esta época de uniformidad, de este tiempo de soledad, la Edad del Gran Hermano, la época del doblepensar... ¡muchas felicidades!"
1984. George Orwell

lunes, 1 de julio de 2013

El estómago de la sociedad

"Los diferentes miembros del cuerpo de un hombre se enfadaron con el estómago. ¡Mira éste- se decían entre sí-, no hace nada y nosotros tenemos que alimentarle! Los pies están todo el día de aquí para allá buscándole comida, las manos trabajan para llevársela a la boca y la boca para masticar los alimentos, mientras él no hace nada". Así que dejaron de alimentar al estómago. Él se retorcía de hambre, pero ni a los pies, ni a las manos, ni a la boca les importaba. Pero llegó el día en que pies, manos y boca comenzaron a sentirse más y más débiles... hasta que se dieron cuenta de que ellos también dependían del estómago.

Estas son las palabras que Menenio Agripa utilizó para evitar la sublevación del pueblo contra el Senado y como la Historia nos ha demostrado, surtieron efecto entre los ciudadanos. En cambio, si ésta fábula hubiera sido contada en la actualidad, ¿sería suficiente justificación para el poder? ¿Hasta qué punto podemos tolerar que la alegoría sea cierta? Obviamente, el creador de este cuento pertenecía al poder y su misión principal era conseguir la paz a través de la dialéctica. Al aceptar esta parábola, estamos, por tanto, perdiendo nuestra capacidad para rebelarnos ante los que consideramos que pertenecen a un escalafón superior en la sociedad. Por ello, también decidimos no intervenir ante cualquier abuso que provenga del poder porque eso podría debilitarnos debido a que por diversos motivos, principalmente adquisitivos, no correspondemos a una parte de la sociedad que tiene los privilegios suficientes para salir inmunes de determinadas tesituras. Ante un gobierno tiránico lo mejor es quedarse quieto, bueno más bien al contrario, moverse y continuar con las actividades diarias sin actuar de ninguna forma por la represión sometida porque no estamos habilitados para realizar una función diferente a la habitual. Pero ¿desde cuándo el estómago busca dañar a los otros miembros? Explotar a tus pies y a tus manos hasta agotarlos totalmente no creo que sea lo mejor a largo plazo aunque eso sí, el estómago se congratulará de lo obtenido pero quizás todos se han olvidado que sirven a alguien superior a ellos y que ese algo existe gracias al perfecto conjunto de todas las partes y éste es el cuerpo. El cuerpo no es más que la sociedad, ésa en la que todos tienen su papel pero que nadie parece sentirse miembro y el gran resultado de esto es un cuerpo débil donde sus órganos no paran de batallar sin molestarse en lograr encontrar un punto intermedio para que ambos se sientan satisfechos.

Cada uno puede realizar su propia interpretación según desee, sin embargo, con la que yo prefiero quedarme es con que somos un conjunto y nos necesitamos para crear un algo perfecto aunque por ahora todo se queda en simple teoría pues el hombre todavía está experimentando de todas las formas que se le imaginan para crear un cuerpo diferente, un cuerpo más primitivo y animal. ¿Significa esto que es mejor? Quizás, pero lo dudo mucho.



sábado, 22 de junio de 2013

Un puñado de palabras.

No tengo nada revelador que decir y usted no espera encontrar en estas palabras un motivo para cambiar su forma de entender el mundo. Aun así escribo esto con la esperanza de que sea leído hasta el final y que de todo lo expresado a través de largas oraciones y de fastuosos párrafos le transmitan algo, por efímero que parezca, el cual permanecerá en su memoria lo imprescindible para pensarlo y crear su propio juicio dándole el valor que juzgue oportuno, después, desaparecerá ese pensamiento para siempre.
Tras la enunciación que acabo de realizar, el asunto de este artículo no puede ser otro que la voluntad de pensar. Sin duda, no es ningún tema innovador ni desconocido para cualquier lector con un mínimo de cultura pero por esa razón, no intento añadir nueva información solo debatir lo que ya se conoce. Ante todo quiero lanzar al aíre la siguiente cuestión: “¿tiene libertad de pensamiento?”. Con esta pregunta lo que busco poner de manifiesto no es que piense lo que quiera en el momento que desee sino si es capaz de comunicar públicamente todos sus pensamientos sin autocensurarse a sí mismo. Pensar significa no someter la razón a ninguna ley, dogma o principio que la sociedad inculca a sus miembros por ello cuando escucho hablar a determinadas personas no puedo más que entristecerme debido a que el eco de sus palabras que llegan a resonar en mi mente son demasiado familiares, quizás tanto que podría adelantar el final de su discurso pero lo peor de todo es que nadie se salva, ni siquiera yo por mucho que lo intente. Es difícil aceptar que no somos libres en este sentido pues prima sobre nosotros otros conceptos que consideramos más importantes. Nos han enseñado cuán fundamental es ser libre y no permanecer esclavos de nada pero en realidad si lo consideramos de verdad, ¿podemos decir que no somos esclavos del temor a la intolerancia, a no ser aceptados por los demás, a dañar a otros simplemente con un puñado de palabras?

Las palabras cuando salen de tu pensamiento y son utilizadas contra alguien pueden doler y también pueden suponer el principio de un ataque dialéctico donde se transforman en golpes inesperados que consiguen que caigas al suelo y los cuales te dejan tumbado lo suficiente para que el árbitro del combate decida que el tiempo de espera ha acabado y tu oponente pueda congratularse de su victoria pues su objetivo ha sido logrado, ahora no eres más que otro de los muchos que permanecen indefensos y débiles en el suelo y es que lamentablemente el triunfo siempre está del lado de los más crueles.

jueves, 6 de junio de 2013

Porque no es eterno

Vemos pasar el tiempo aterrados porque se nos acaba, porque no es eterno” escribió una vez un hombre mientras las manecillas de su reloj de pulsera continuaban moviéndose, sin inmutarse ante la presencia del escritor que les insinuaba cuán tétrico suponía el paso incansable del tiempo en la vida de las personas. Sabemos lo que el tiempo nos regala y esa es la razón por la que tanto lo tememos.
He aquí el gran enigma, ¿qué traerá el tiempo? El gran final, es decir, llegará el momento en el cual deje de seguir contabilizándonos las horas, se pare y nos salude como quien reconoce con una mirada a un viejo amigo que aprecia desde siempre por formar parte de sí mismo, sin saberlo, con el cual comparte confidencias, sus más íntimos secretos pero sin tener el privilegio de contemplar  día tras día. Un compañero de fatigas que nunca te abandona, siempre fiel, presente, no obstante invisible ante todos y especialmente ante ti. ¿Cuántos habrán intentando abrazar al tiempo encontrándose con el más gélido vacío?
Sin embargo, para terminar hay que comenzar antes y también eso es regalado por el tiempo, el que todo lo observa impasible, pues nos da segundo tras segundo la oportunidad de crear momentos para que cuando tengamos estos momentos convertidos en recuerdos, supliquemos conservar unos y destruir otros pero el tiempo no es clemente, nunca cede porque no existe para olvidar. A pesar de ello, una vez oí que decían “se me olvidará, como todo” y no pude más que asustarme tras escuchar la rotundidad de tal afirmación, debido a que disfrutamos pensando que dirigimos el tiempo cuando en realidad es él quien nos controla y gobierna desde la sombra. Suponemos que tenemos capacidad para olvidar, mas tristemente, es esto otro juego del tiempo que, al azar, prueba a destruir, quizás recuerdos importantes o quizás no.

Muchos antes que yo se sirvieron de palabras para encerrar lo eterno sin entender que nunca el hombre ha sido capaz de aprisionar al inmortal en una jaula de versos pues funestamente estamos sometidos por el implacable tiempo, él nos mantiene sujetos a una cuerda y en cualquier momento ésta se transforma en soga, ahogándonos ferozmente hasta que por fin nos rindamos y exhalemos nuestro último suspiro.­­