“Vemos pasar el tiempo
aterrados porque se nos acaba, porque no es eterno” escribió una vez un
hombre mientras las manecillas de su reloj de pulsera continuaban moviéndose,
sin inmutarse ante la presencia del escritor que les insinuaba cuán tétrico
suponía el paso incansable del tiempo en la vida de las personas. Sabemos lo que
el tiempo nos regala y esa es la razón por la que tanto lo tememos.
He aquí el gran enigma, ¿qué traerá el tiempo? El gran
final, es decir, llegará el momento en el cual deje de seguir contabilizándonos
las horas, se pare y nos salude como quien reconoce con una mirada a un viejo
amigo que aprecia desde siempre por formar parte de sí mismo, sin saberlo, con
el cual comparte confidencias, sus más íntimos secretos pero sin tener el
privilegio de contemplar día tras día.
Un compañero de fatigas que nunca te abandona, siempre fiel, presente, no
obstante invisible ante todos y especialmente ante ti. ¿Cuántos habrán
intentando abrazar al tiempo encontrándose con el más gélido vacío?
Sin embargo, para terminar hay que comenzar antes y también
eso es regalado por el tiempo, el que todo lo observa impasible, pues nos da
segundo tras segundo la oportunidad de crear momentos para que cuando tengamos
estos momentos convertidos en recuerdos, supliquemos conservar unos y destruir
otros pero el tiempo no es clemente, nunca cede porque no existe para olvidar.
A pesar de ello, una vez oí que decían “se
me olvidará, como todo” y no pude más que asustarme tras escuchar la
rotundidad de tal afirmación, debido a que disfrutamos pensando que dirigimos
el tiempo cuando en realidad es él quien nos controla y gobierna desde la
sombra. Suponemos que tenemos capacidad para olvidar, mas tristemente, es esto
otro juego del tiempo que, al azar, prueba a destruir, quizás recuerdos
importantes o quizás no.
Muchos antes que yo se sirvieron de palabras para encerrar
lo eterno sin entender que nunca el hombre ha sido capaz de aprisionar al
inmortal en una jaula de versos pues funestamente estamos sometidos por el
implacable tiempo, él nos mantiene sujetos a una cuerda y en cualquier momento
ésta se transforma en soga, ahogándonos ferozmente hasta que por fin nos
rindamos y exhalemos nuestro último suspiro.
Es que el tiempo dura lo que nosotros queramos hacerlo durar, bueno... eso digo yo
ResponderEliminarSaludos!!
Nosotros tenemos un tiempo determinado para usarlo en nuestro provecho o no, para desperdiciarlo o aprovecharlo.
ResponderEliminarNo somos los que determinamos cuánto nos va a durar. Tampoco sabemos el momento en que el hilo que nos une a la vida se cortará.
Dentro de ese temor e incertidumbre que se tiene sobre su duración, en horas, meses y años, hay que vivir el momento con la mayor intensidad que pueda, porque es lo único que tenemos seguro: este minuto presente en el que respiro, pienso y siento.
Saludos.