Las recetas de cocina siempre empiezan indicando el nivel de
dificultad que conllevan y, en la mayoría de los casos, lo que se quiere
conseguir es una que sea fácil y además nos dé el resultado que buscamos. Las
recetas son fórmulas y las fórmulas son las soluciones a todos nuestros
problemas. ¿Por qué digo esto? Quizás sea porque nos gusta utilizar
instrucciones para convivir con otras personas.
Cuando una persona nace, normalmente como bebé, lo más fácil es darle a su madre un libro
donde le indica cómo tiene que cuidar a su hijo. Luego, cuando tiene la edad
para comenzar el colegio, las reglas son otras pero siguen estando y siendo
igual de estrictas. Si continuamos analizando las diferentes etapas por las que
pasará nuestro inicial bebé siempre se encontrará limitado por lo que puede o lo
que no puede hacer sin él haber tomado parte en esta decisión. Sin embargo,
aceptará de buen grado porque las normas le facilitan la vida, si las sigue
conseguirá un delicioso pastel gracias a que antes otros probaron mil veces
hasta dar con esa receta que suponían era la definitiva pero ¿lo es? ¿Puede
modificarse o eliminarse según la sociedad cambia? ¿O debe permanecer inmutable
porque así está dispuesto desde hace siglos?